viernes, 6 de febrero de 2009

Blancanieves no tan Blanca


Blancanieves
Este cuento empieza como casi todos los cuentos de antaño: Érase una vez un reino con dos reyes…
Y la reina tuvo un deseo, un deseo que analizaremos: “Pensó que le gustaría tener una hija con los labios rojos como la sangre, la piel blanca como la nieve y los cabellos y los ojos negros como el ébano. Y lo que deseo con tanto amor, se realizo. Tuvo una niña muy bella que llamaron Blancanieves”.
 Mas allá del estereotipo estético, que también me doy el lujo de señalar, destaco que el deseo de la reina era una hija mujer. “Que obviedad” dirán algunos, pero ese es el punto. El árbol tapa el bosque. Recordemos que estaban en una monarquía, donde el primogénito del soberano pasaba a ser el rey luego de la muerte de este. No he encontrado ningún indicio de problemas mentales en la reina en varias versiones que revisé del cuento, así que su salud era, desde el punto de vista del lector, incuestionable. La reina sabía lo que quería y lo que hacía. La reina era abolicionista contra la monarquía. ¿Y saben qué pruebas tenemos de eso?

Luego de parir una hija… murió, en circunstancias que no se especifican no hace falta recordar antiguos reyes que mataban a sus esposas por no darles hijos. Simplemente la reina y su vanguardista secta secreta abolicionista fraguaron sabotearle la diversión al rey. Luego de la muerte en condiciones dudosas, pero fácilmente omitibles por hacer referencia al monarca, asume una mujer siniestra y narcisista cuyo hobby era contemplarse en un espejo. Esta mujer era innegablemente bella, pero un día lo que el reflejo le revelo fue: eres bella, pero Blancanieves lo es más. Así que la mando matar de una forma muy especial. Debían conducirla a un bosque y fusilarla a flechazos. ¿Por qué no la mato mientras dormía? Porque ella la odiaba de forma profunda y quería que padeciera angustias psicológicas antes de morir. Y por si fuera poco, ¡debían arrancarle el corazón y traérselo como prueba del homicidio!

El verdugo se compadeció de la joven y le dijo que se largara al bosque para ocultarse. Así que mató una cabra y le sacó el corazón para llevárselo a la reina. Al no existir un moderno sistema de peritaje para saber si era o no el corazón de la joven, la reina asumió que sí lo era y procedió a devorarlo en un ritual sádico (por no decir satánico). Las intrigas palaciegas eran comunes, pero quizás el canibalismo ritual no lo era tanto. Existía antes la creencia, en las sociedades primitivas, de que devorar al caído le transmitía a uno la fortaleza de este, y también estaba la creencia de que la inteligencia se guardaba en el corazón y no en el cerebro. O quizás simplemente la reina desconocía tales paganismos y se dejó llevar por su frenesí. No hay forma de saberlo. De hecho en algunas versiones ya se presenta a la reina como una bruja o hechicera, y la veremos dominar muy bien el manejo de sustancias químicas catalépticas. Cosas que las damas de corte no solían conocer, por lo que es factible que la reina adorara secretamente alguna deidad pagana que requiriera derramamiento de sangre o que estuviera en alguna secta oscura (y no precisamente de política reformista).

Blancanieves vagó por el bosque hasta que, extenuada y con principio de hipotermia, encontró una pequeña cabaña, donde busco refugio. Tal cabaña pertenecía a un grupo unido de trabajadores mineros que sufrían enanismo, algo así como un gremio de trabajadores explotados que sufrían limitaciones físicas. Al parecer hay cierta tendencia en estos hermosos y tiernos cuentos de hacer referencia una y otra vez a personas con anomalías físicas y mentales (gigantismo, enanismo, idiotez, etc.). La princesa desterrada, como hemos dicho, entro en la cabaña y, luego de tomar y comer algo, se durmió. La gente pequeña llegó, de la mina donde eran explotados, bien entrada la noche. Cuando Blancanieves despertó y les hubo narrado sus peripecias, ellos aceptaron que se quedaran al considerarla una igual dentro de la explotación del sistema monárquico, a pesar de que sus ingresos no eran muy altos (siete tipos en una casita). Por esa razón ella debía encargarse de los quehaceres domésticos típicos (lavar, planchar, asear, etc.). No entraremos en divagaciones sobre las intenciones de esta gente pequeña con la joven, aunque citaré la siguiente frase del cuento: “Saltaron de alegría cuando aceptó”.

¿Enanos degenerados? ¿Una princesa exiliada joven y voluptuosa? Una combinación bastante volátil se podría decir. Incluso, si nos remontamos atrás, podríamos preguntarnos por qué el verdugo le perdonó la vida a la joven. Después de todo, el tipo estaba acostumbrado a la sangre…

La reina-hechicera-sectaria-caníbal descubrió que su hijastra seguía viva y tomó cartas en el asunto personalmente. Habíamos mencionado que era diestra en el manejo de químicos y sustancias naturales; hizo una mezcla de hierbas locales y extranjeras y tuvo al fin un veneno cataléptico que sumía a su víctima en un sueño artificial muy parecido a la muerte, ya que los síntomas vitales eran muy bajos y difíciles de detectar aun para profesionales (aunque al tener en cuenta que en esa época la medicina seguía siendo bastante ritual, diremos que era indetectable para los “profesionales”) , menos aun para gente rustica como los mineros pequeños. La reina se disfrazo de una vendedora ambulante y fue a la cabaña de la gente pequeña, donde le dio a Blancanieves una manzana con la sustancia cataléptica. La desprevenida joven la mordió y cayó en el sueño artificial. Obviamente las intenciones de la reina-hechicera-sectaria-caníbal eran bastante retorcidas, ya que esperaba que la joven sufriera un entierro prematuro al ser considerada muerta por la gente pequeña. Una de las muertes más terribles que hay. Aunque los enanos trataron de reanimarla no pudieron, pero no la enterraron. Sino que la conservaron dentro de una gran urna de cristal en un claro del bosque. Los enanos no tenían forma de saber que estaba viva y, curiosamente, no esperaron a que el proceso de descomposición les demostrara que estaba muerta. Observemos esta frase del cuento: “Noche y día se turnaban para velarla mientras los demás trabajaban".

¿Enanos degenerados? ¿Una princesa exiliada joven y voluptuosa técnicamente “muerta”? ¿Estaremos acaso ante Enanos no solo degenerados, sino necrófilos? Al parecer estos bellos cuentos infantiles segregan corrupción por todos lados.

Veamos como sigue esto. Un día pasó un príncipe a caballo, la vio en su sueño artificial y se acercó. Al tomarla entre sus brazos, un trozo de manzana envenenada cayó de sus labios. ¿No era acaso que los enanos la habían tratado de reanimar? Entonces, ¿qué hacia ese pedazo de manzana con sustancia cataléptica ahí? ¿Acaso los enanos sospechaban que ese pedazo de manzana le producía el sueño artificial y lo dejaban ahí a propósito? Sea como fuera, ella despertó y se les acabo la fiesta.
Se enamoró del príncipe con solo verlo, como ocurre en estos cuentos y en las novelas (hay cosas que nunca cambian) y fueron al reino del príncipe, donde se casaron.

No sabemos qué fue de la reina-hechicera-sectaria-caníbal ni de los siete enanos necrófilos. ¿Y saben qué? Es mejor así.
Sin otro particular,
Nemo

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