jueves, 27 de marzo de 2014

El dragón durmiente bajo las baldosas

La mejor forma de empezar a desenvolverse en el lado oscuro de una gran ciudad sin perderse ningún detalle es tener algún tipo de guía o manual con una clasificación taxonómica de los entes urbanos salidos de la imaginación de los hombres.

Hoy me remitiré a una de mis guías preferidas cuando busco indicios o habladurías que puedan llevarme hacía alguna historia. Me refiero a la saga de libros Buenos Aires es Leyenda (de los autores Guillermo Barrantes y Víctor Coviello. Libros que pueden encontrarse de mano de las editoriales Planeta y Sudamericana). Indudablemente, las leyendas urbanas allí volcadas podrían haber tenido una investigación más rigurosa: muchas veces el relato de los autores lleva por caminos falsos o errados (y lo dice alguien que recorrió y desovilló más de una de las leyendas de esos libros).
No obstante son una excelente base para comenzar a abrirse camino en la maraña de mitos y leyendas que se entretejen en Buenos Aires.

Todo comenzó una madrugada conversando con el Mapache. El Mapache es un personaje underground, una leyenda urbana en sí mismo que se mueve silencioso por las calles con una sonrisa en el rostro; incluso podrías haber viajado junto a él en algún tren o subte y jamás haberte imaginado su identidad secreta. Enfrascados en una conversación sobre túneles, monstruos subterráneos y persecuciones bajo tierra, súbitamente recordé una de las leyendas de la saga de Barrantes y Coviello: el dragón de Villa Crespo. Sorprendido de no haberle referido nunca tal historia, se la conté.

El dragón de Villa Crespo

Al parecer, a los escritores les había llegado un muy misterioso mail, de un tal Claudio Paleka, que los citaba a un café. Ya algo habituados a misteriosas invitaciones, ellos fueron. Se encontraron con un sacerdote, monseñor Claudio Paleka, que abrió la conversación aseverando que todas las historias fantasmales de criaturas abominables son ciertas o que, al menos, tienen un fundamento de verdad. Tras este preámbulo, Paleka se embarcó en un relato ambientado en la década de los 80, cuando él apenas era un iniciado y había acudió a realizar un exorcismo en una casa ubicada en avenida Córdoba y Scalabrini Ortiz. A los pocos días la dueña de la casa volvió a llamarlo, en un ataque de histeria, y le rogó que fuera a ayudarla.
Cuando el sacerdote llegó a la casa, se encuentró con una cuadrilla de obreros que picaban el suelo de la sala. Paleka avanzó entre las nubes de polvo para encontrarse con la mujer, cuando de pronto se abrió un boquete en el suelo y asomó la inmensa cabeza de un lagarto. Todos quedaron pasmados. En palabras de Paleka, el animal medía sus buenos 6 metros de largo y se retorcía atascado en el agujero.
Al parecer, al poco rato efectivos de la comisaría de villa Crespo coparon la casa, acompañados por unos misteriosos hombres de negro que, con una serie de herramientas y armas, hicieron desaparecer al presunto dragón en unas enormes cajas. Así como llegaron, se fueron, no sin antes amenazar a los testigos para que no dijeran nada. El boquete fue tapado con concreto y la casa fue vendida, la mujer desapareció de la historia. Antes de todo eso, Paleka pudo asomarse al agujero en el piso de la sala. Allí descubrió un inmenso túnel, construido por manos humanas, que se dirigía hacia el lado del arroyo Maldonado…

El Mapache resultó fascinado por la historia. Él es un apasionado de todos los misterios subterráneos de Buenos Aires, graffitero clandestino de profesión y merodeador de trenes. Yo mismo lo considero una autoridad sobre el subterráneo de Buenos Aires. Él caminó por túneles que muy pocos conocen: las catacumbas oscuras y muertas de la Manzana de las Luces, que se ramifican hasta llegar por debajo de la Casa Rosada y el Congreso; caminó también por los túneles de la línea F (muy poca gente sabe la existencia de esta línea en construcción); él vio y oyó cosas sorprendentes que suceden bajo tierra.
Juntos nos propusimos investigar más sobre el dragón.
Sin otro particular,
Mr. Nemo

 


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